lA SITUACIÓN
POLÍTICA AFECTA DIRECTAMENTE A LOS PROYECTOS QUE ESTÁN PARALIZADOS O QUE
NO SE LLEVAN A CABO POR FALTA DE UN GOBIERNO ESTABLE QUE IMPULSE OBRAS
Tras los resultados de las
elecciones generales los partidos políticos comenzaron las negociaciones que
deberían conducir a acuerdos para conformar
el Gobierno y repartir las carteras ministeriales, sentando las bases de
esta nueva legislatura.
Como ya se ha hablado, tener un país paralizado no es bueno por la inseguridad que genera para
particulares, empresas, inversores, emprendedores, etc. No saber qué va a
suceder con nuestros ahorros, qué impuestos vamos a pagar o qué ayudas estarán
disponibles no es lo deseable para nuestra sociedad.
España se ha caracterizado por
tener alta volatilidad en sus leyes, en impulsar proyectos a corto plazo, en
hacer y deshacer…no tendiendo al acuerdo y a la continuidad. La transferencia
de competencias a las Comunidades Autónomas y su diferencia en las leyes es un
claro ejemplo.
El Ministerio de Fomento no es
ajeno a estos problemas, la que fuera hasta hace unas semanas máxima
responsable, Ana Pastor (ahora Presidenta del Congreso), ha limitado sus
trabajos en los últimos meses a las obras
en el extranjero. No sorprende entonces que, a través de empresas que aprovecharon la crisis para abrir nuevos mercados en el extranjero, exportemos ingeniería altamente demandada como la ferroviaria o de energías renovables.
Para subsanar esto sería
imprescindible impulsar, desde un gobierno estable y más centralizado,
proyectos de desarrollo dentro de nuestras fronteras. Todavía hay obras por
concluir y proyectos por relanzar como las conexiones de alta velocidad que
requieren de una atención máxima por parte de las autoridades.
No abogo por gastar (o malgastar)
el dinero en la segunda versión del famoso plan 2000E que, en plena crisis,
disparó la inversión pública en proyectos (a corto plazo) para intentar paliar
la pérdida de puestos de trabajo sin unos objetivos de desarrollo definidos.
Los gastos incurridos en comparación con los hitos alcanzados fueron un
auténtico despilfarro.
El éxito del próximo ministro de Fomento pasará por, con los pocos
recursos disponibles, ser capaz de sacar adelante nuevos proyectos, impulsar de
nuevo la construcción y el sector inmobiliario. Controlar las obras que están
en marcha, examinar aquellas que estén paradas y analizar los errores del
pasado para encontrar nuevas soluciones.
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