LOS ALIMENTOS TRANSGÉNICOS NO PUEDEN PARAR EL HAMBRE
EN EL MUNDO, PERO SERÍAN LA MEJOR ARMA PARA COMBATIRLA
La manipulación genética ha llegado a nuestra mesa. Es el momento
de cambiar la forma en que consumimos los alimentamos, y no me refiero a la
receta, sino a aceptar que la modificación genética es el futuro. La próxima
vez que usted vaya al supermercado, mire bien que compra porque podría ser un
producto transgénico y la inmensa mayoría de la población está desprevenida y
desinformada.
Hay mucha polémica entorno a los organismos modificados
genéticamente (OMG) y en la UE se libra una batalla sobre si se autoriza el uso
de alimentos transgénicos (AT), mientras que en otros lugares como Asia o EEUU
ya son una realidad. Organizaciones como Green Peace se oponen a esta
tecnología y solicitan su prohibición total. Muchos piensan que no hay
suficientes comprobaciones, sin embargo todos los AT están regulados por la FAO y el CODEX
Alimentario. Detrás de todos los OMG hay un mínimo de 10 años de
investigación y tanto productos
convencionales como transgénicos pasan los mismos controles de calidad y
sanidad, teniendo en cuenta que los transgénicos además tienen los suyos
propios.
Estos alimentos surgen debido a la biotecnología
(agroalimentaria), que consiste en usar seres vivos con el fin de generar
productos agroalimentarios. Todo cuanto consumimos son productos animales o
vegetales que, o nos comemos directamente o se pueden modificar mediante
fermentación con microorganismos (antibióticos, vino, cerveza o pan),
modificando el metabolismo de los mismos mediante recombinación genética. Otro
ejemplo sería la insulina para diabéticos (sí, la insulina también es
transgénica).
La humanidad ha tardado
casi 10.000 años en conseguir una producción de alimentos con el nivel actual
de 5.000 millones de toneladas al año. Si hacemos
caso a los modelos
de crecimiento poblacional de la FAO, habría que duplicar la producción a
mediados del siglo XXI y no podrá hacerse a menos que los agricultores de todo
el mundo tengan acceso a los continuos avances de la tecnología y la biotecnología.
Si la población mundial se duplica, con las mismas variedades de alimentos,
necesitamos el doble de espacio dedicado a campos de cultivo, el doble de agua,
el doble de abono y el doble de impacto sobre los recursos y los espacios
naturales. ¿Cómo podríamos aumentar la
producción sin avances tecnológicos? No quiero pensar qué pasaría, si además
de no usarlos, diéramos un paso atrás y la
agricultura fuera ecológica. (no dejes de leer el texto donde traté este problema).
La biotecnología favorece el desarrollo sostenible de la agricultura, pesca y caza. Permite mejorar las propiedades de conservación y durabilidad de los productos cosechados -por ejemplo la patata innate- y mejora la calidad alimentaria como sucede con el arroz dorado que incorpora la vitamina A. Esto evita ciertas enfermedades precisamente en los países menos desarrollados que basan su dieta en este cereal. Al principio Greenpeace estaba en contra y formaron campañas contra los transgénicos fruto de la desinformación. Más tarde, en 2013, su co-fundador Patrick Moore lanza la campaña ‘Allow Golden Rice Now!’, a favor del arroz dorado.
El arroz dorado (OMG de 2ª generación: modificaciones de rutas
metabólicas) está libre de patente y es gratuito para fines humanitarios (si
España quisiera cultivarlo, tendría que pagar). Está financiado por la empresa
SYNGENTA la cual ofrece su producto gratuito siempre y cuando el fin sea
humanitario. Esta variedad de arroz es clave para la lucha
contra la muerte infantil causada por el déficit de la vitamina A. Hoy en
día está avalada por la Comisión Europea o la Royal Society de Medicina (Reino
Unido) entre otros.
Algunos piensan que la ingeniería genética es ”algo
capitalista que amenaza las bases de la vida”,
sin embargo esta ciencia está al servicio de la humanidad y de los más
necesitados. Gracias a la Revolución Verde del doctor Borlaug, quien estudió y
diseñó técnicas de mejora vegetal que permitieron aumentar de forma excepcional
la producción de trigo y maíz, se
salvaron millones de vidas en todo el planeta.
La ingeniería genética
es la clave de la agricultura moderna. Es capaz
de responder a las necesidades actuales de producción y consumo y toma el
relevo, superando lo que a lo largo de la historia ha sido una mejora genética
casual o dirigida, con mutaciones e hibridaciones de estimable valor para la
producción agraria. Si estudiamos la historia de la agricultura y la ganadería,
ésta se basa en la mejora genética a base de hibridaciones y cruces entre razas
para obtener plantas y animales cada vez mejores y más adaptados a las
necesidades de consumo humano.
Con los transgénicos no se acabaría el hambre en el mundo, ya que
ese problema se resolvería mediante un reparto adecuado de los alimentos. La
distribución de los excedentes alimentarios es un problema político y no
técnico. Los transgénicos no pueden
parar el hambre, pero serían la mejor arma para combatirla. El uso de
cultivos modificados es la mejor forma de mantener a la población alimentada y
al mismo tiempo preservar los espacios naturales.
Antonio Gil-Delgado
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