TURQUÍA HASTA HACE POCO ERA NUESTRO “AMIGO MUSULMÁN”,
ESE QUE NOS HACÍA
CREER QUE LA RAMA MODERADA DE LOS
HERMANOS MUSULMANES ERA UN SOCIO DE CONFIANZA
Ayer, jueves 21 de julio, el excéntrico
y polémico magnate Donald
Trump era nombrado oficialmente candidato republicano a la presidencia de los
Estados Unidos. El jueves 23 de junio se confirmaban los peores augurios y Reino Unido tomaba la
decisión de abandonar la Unión Europea. El 14 de julio Francia
volvía a sufrir uno de sus peores atentados terroristas donde perdían la vida casi cien
personas. Ayer conocíamos la noticia de la desarticulación de un grupo
que pretendía atentar en los Juegos
de Rio. En clave interna, el 26
de junio tuvieron lugar las segundas elecciones generales en nuestro país
en un plazo de seis meses, y casi cuatro semanas después nos encontramos en la
misma situación de bloqueo institucional en de hace menos
de un año. Todo esto ha ayudado a crear un ambiente de inestabilidad política
como pocas veces se recuerda, pero el centro de toda esta incertidumbre, a día
de hoy, se encuentra en Ankara, Turquía.
Turquía es un país de una
complejidad y riqueza cultural a partes iguales. Históricamente siempre ha sido
un país clave para entender la geopolítica. Desde que en el 331 a.C. el Imperio
Persa de Darío III cayera finalmente en la batalla de Gaugamela a manos de
Alejandro Magno este territorio siempre
ha supuesto la unión cultural, militar y comercial entre Occidente y Oriente.
La participación del Imperio
Otomano continuó siendo clave en varios escenarios de política
internacional, así como en la Primera Guerra Mundial, o en la Guerra Fría,
aliándose con los occidentales para hacer caer al Telón de Acero.
A día de hoy Turquía es un país
muy distinto a todos estos, e incluso a lo que fue hace no tanto tiempo; sin
embargo, sigue siendo una de las principales potencias a nivel mundial.
Actualmente no solo es el segundo ejército más importante de la OTAN, es el principal aliado de Estados Unidos
en Oriente Próximo, después de Israel, y esa condición de supuesto
colaborador, en el área más complicada a día de hoy para los intereses de los
yanquis, es lo que la convierte en un auténtico quebradero de cabeza para el
resto de occidente, y en concreto para la Unión Europea.
O adoptamos una postura más definida o al final no sabremos quienes son nuestros enemigos ni nuestros aliados |
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El pasado 15 de Julio una facción del ejército turco llevo a cabo una sublevación con el fin
de derrocar al gobierno de Tayyip Erdogan e instalar un gobierno de carácter
“secular”. Finalmente estos militares no triunfaron en sus pretensiones, y
en una maniobra de inesperada urgencia por parte del actual presidente turco,
se ha llevado a cabo una de las mayores purgas políticas de los últimos
tiempos. Lo cual nos invita a replantearnos la total credibilidad, inicialmente
admitida, de este golpe de estado fallido. A esta hora ya
se ha producido la destitución de
262 jueces y fiscales y el procesamiento de 99 generales, y además se estima
que indirectamente la purga ha afectado aproximadamente a 60.000 personas.
Al margen de creernos o no el
supuesto golpe de estado, la
pasividad con la que están actuando las instituciones europeas y americanas
al respecto de este conflicto, es cuanto menos vergonzosa, pues pone de
manifiesto la profunda contradicción en la que nuestros líderes caen con preocupante
frecuencia. Turquía hasta hace poco era el gran aliado de Europa como muro de contención
de las milicias yihadistas al norte de Siria. Era nuestro “amigo musulmán”, ese que nos hacía creer que la rama moderada de los
Hermanos Musulmanes era un socio de confianza, tanto que nos hemos estado
planteando todos estos años si le permitimos o no la entrada en la Unión
Europea. Sin embargo, la tendente radicalización
musulmana a la que Erdogan ha sometido a su pueblo, y sobre todo las
demostradas conexiones políticas y económicas del gobierno de este con el ISIS
no han supuesto un cambio de discurso por parte de ningún líder político
occidental.
Es cierto que en estos casos la
diplomacia y la tranquilidad deben imperar, sin embargo, no es menos cierto que
Erdogan es cada vez más una amenaza para
las libertades de Occidente, y mientras tenemos en la Casa Blanca al peor
estadista político de las últimas décadas, que condena la Guerra de Irak contra
Sadam pero que no tiene miramientos en apoyar un ataque de la OTAN contra Gadafi,
que no actúa contra al-Assad
cuando gasea a su pueblo por miedo a la radicalización de la oposición pero que
arma y financia al frente Al-Nusra
al norte de Siria. Y al mismo tiempo que vemos como resurgen posturas populistas en
varios países, es hora de que España asuma de una vez un papel clarificador en
todas estas materias y comience a posicionarse, ya que ello puede conllevar
indirectamente un posicionamiento de toda la comunidad occidental. O adoptamos una postura más definida o al
final no sabremos quienes son nuestros enemigos ni nuestros aliados, ni que
principios o valores queremos defender.
Luis Miguel Melián
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